Teatro Arriaga de Bilbao
El Teatro Arriaga es uno de los edificios más emblemáticos de Bilbao y el principal escenario cultural de la ciudad.
Su historia está marcada por episodios dramáticos que estuvieron a punto de acabar con él, pero el coliseo bilbaíno siempre ha sabido renacer de sus cenizas.
Historia del Teatro Arriaga de Bilbao
Antes de que existiera el actual Teatro Arriaga, en 1834 se inauguró en el mismo lugar el Teatro de la Villa. Este primer coliseo fue cedido a un grupo de empresarios que lo gestionaron comercialmente durante varias décadas. Conoce más sobre la historia de Bilbao en el free tour por Bilbao Completo.
Con el empresario Luciano Urízar al frente, el teatro vivió su época dorada. Sin embargo, el edificio había sufrido daños durante las Guerras Carlistas y se había quedado pequeño ante el crecimiento imparable que estaba experimentando Bilbao a finales del siglo XIX.
En 1883 se decidió sustituirlo por un edificio más moderno y amplio. Tres años después comenzó la demolición para levantar un nuevo teatro con capacidad para 1.500 espectadores.
El proyecto fue encargado al arquitecto Joaquín de Rucoba, quien reorientó la construcción y amplió los muelles cercanos. Algunos vecinos se opusieron temiendo que el nuevo edificio obstaculizara el trabajo en el puerto y la ventilación de la calle Bidebarrieta.
Tras cuatro años de obras, el 31 de mayo de 1890 se inauguró el nuevo teatro con la representación de la ópera La Gioconda de Amilcare Ponchielli. El coliseo tomó el nombre de la plaza donde se encuentra, dedicada al compositor bilbaíno Juan Crisóstomo de Arriaga, conocido como el "Mozart español".
El coste total fue de un millón de pesetas de la época. El edificio contaba con tecnología puntera: iluminación eléctrica y un sistema que permitía seguir las actuaciones musicales desde casa por teléfono pagando 15 pesetas por función.
El incendio de 1914 que lo destruyó
El 22 de diciembre de 1914, cuando la compañía de zarzuela de Salvador Videgain García actuaba en el escenario, un incendio arrasó el edificio por completo.
La reconstrucción se encargó al arquitecto Federico de Ugalde, quien replantó el proyecto original para dotarlo de mayor amplitud y seguridad. Cinco años después, el 5 de junio de 1919, se reabrió con la ópera Don Carlo de Giuseppe Verdi.
A partir de ese momento, el Arriaga fue considerado un teatro de primera categoría, formando parte del circuito principal que recorrían las mejores compañías del país.
La gran inundación de 1983
Durante décadas, el teatro mantuvo su actividad con altibajos. En 1978 pasó a manos del Ayuntamiento de Bilbao en muy mal estado, con la proyección cinematográfica como actividad principal. Las pésimas condiciones obligaron a cerrarlo al público en 1980 para comenzar su restauración.
Pero el 26 de agosto de 1983 ocurrió algo inesperado. Unas lluvias torrenciales provocaron una de las peores inundaciones de la historia de Bilbao. El agua alcanzó el segundo piso del teatro y causó daños enormes en toda la estructura.
Si pasas por el exterior del coliseo hoy en día, no imaginarías que el río llegara a arrasar de esa manera un edificio tan sólido y majestuoso. Su ubicación junto a la ría es precisamente lo que lo hizo tan vulnerable aquel día.
La restauración continuó desalojando los bajos comerciales arrasados por el agua y reorganizando el interior con una escalera imperial a dos manos. El proyecto fue obra del arquitecto Francisco Hurtado de Saracho. Finalmente, el 5 de diciembre de 1986 se reinauguró el teatro, gestionado desde entonces por una sociedad municipal.
Arquitectura del Teatro Arriaga
El Teatro Arriaga es un edificio exento de planta trapezoidal con estilo neobarroco. Presenta tres cuerpos claramente diferenciados: un basamento almohadillado, un cuerpo principal de orden gigante con vanos rectangulares y un tercer cuerpo de remate separado por una cornisa corrida.
La parte central de la fachada principal tiene forma curvo-convexa, con un balcón corrido sobre ménsulas profusamente decoradas. En el cuerpo de remate destaca el gran frontón curvo decorado con una lira, bajo el cual se encuentra el reloj. Esta zona central está flanqueada por torrecillas y dos cuerpos laterales achaflanados de menor altura.
Cuenta con cúpulas en las torrecillas laterales y cubrición inclinada con mansardas en todo el perímetro. Además, tiene un palco para autoridades con decoración inspirada en el Orient Express que solo se abre en ocasiones especiales, y dos palcos en el escenario sin decoración que se construyeron para las viudas de la época, que exigían discreción.
Inspiración en la Ópera de París
Cuando caminas por el Casco Viejo de Bilbao y llegas a la plaza Arriaga, es imposible no quedarse mirando la imponente fachada del teatro. La primera impresión es de elegancia y grandiosidad.
El arquitecto Joaquín de Rucoba se inspiró en la Ópera Garnier de París para diseñar este edificio. Aunque el coliseo bilbaíno es más pequeño, comparte con su referente francés esa arquitectura clasicista cargada de ornamentación y detalles escultóricos que transmiten poder y sofisticación cultural.
Las esculturas que le dieron su apodo
Una de las curiosidades más llamativas del Teatro Arriaga son las esculturas que decoran su exterior. Los balcones del piso principal se sustentan sobre ménsulas en forma de atlantes y titanes de generoso busto.
Estas figuras se importaron de Francia, donde se producían en serie mediante moldes. Están hechas de hormigón imitando piedra. Su aspecto tan voluptuoso motivó que los bilbaínos de la época apodaran al teatro como "la casa de maternidad".
Hoy en día, estas esculturas siguen siendo uno de los elementos más fotografiados del edificio y forman parte del carácter único de este coliseo que ha marcado la vida cultural de Bilbao durante más de un siglo.